Los Djs Paco Osuna, Lollino y Furkan Kurt y el artista urbano Antonyo Marest, cómplices con su arte de la aventura #BURNUNEXPECTED.
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- La música, el arte y el fuego fueron los elementos con los que BURN transformó el poblado abandonado de Alamín en el escenario de la experiencia #BURNUNEXPECTED.
- El artista urbano Antonyo Marest, intervino el ábside de la antigua iglesia abandonada, convirtiéndola en una majestuosa obra de arte efímera.
- La música corrió a cargo del productor internacional Paco Osuna y los djs Lollino y Furkan Kurt, ganadores de las dos últimas ediciones de BURN Residency.
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El pasado martes de 7 de noviembre, 100 personas llegadas de diferentes puntos de España, se daban cita en el centro de Madrid convocados por la marca de bebida energética BURN. A cada una de estas personas, les había llegado unos días antes, un paquete que albergaba en su interior una invitación en forma de obra de arte. Era un bote de spray cuyo diseño exterior venía de la mano del artista urbano Antonyo Marest para la ocasión.
El mensaje de la invitación era claro: ellos, y solo ellos, habían sido uno de los 100 elegidos por la marca para vivir en primera persona la experiencia #BURNUNEXPECTED. ¿Los detalles? escuetos, muy escuetos; tan solo una hora, una coordenada y la advertencia de que confirmando aceptaban el reto de participar en una experiencia de la que no sabrían nada más.
Cuatro mini buses les recogieron para llevarles durante casi una hora a un lugar desconocido a las afueras de Madrid. Al subir recibieron sus kits de supervivencia; en su interior encontraron, entre otros objetos, unos guantes, mascarillas de protección y pinturas flúor. Cada vez , todo era más desconcertante.
Llegan a su destino bien entrada la noche; ya en tierra les entregan una antorcha y les invitan a seguir el camino de fuego; a su paso, los invitados van descubriendo dónde están, están en medio de un poblado totalmente abandonado, se llama Alamín, y se encuentran a 8 kilómetros de Villa del Prado.
El camino acaba frente a una iglesia, todo les indica que se adentren en ella. Entran y… !comienza la fiesta!.
Los invitados descubren en su interior un ábside lleno de color, gracias a las geometrías creadas por el reconocido artista urbano Antonyo Marest. En esta, al igual que en todas sus intervenciones Marest logra hipnotizar al espectador mediante el potente efecto bombeo de color de sus patterns que se exhiben en espacios públicos y privados, exteriores e interiores de sitios tan dispares como Corea, Nueva York o Berlín.
Sobre su inspiración para la intervención en la iglesia abandonada de Alamín, el mismo artista señala: «Puesto que hablamos de un templo en el que se rinde culto a una no-religión, mi intención ha sido rendirle homenaje al tropicalismo y rendirle culto al flamenco, que es una representación del dios Ra, dios sol , – más conocido según los egipcios como llama o flama -, al que le dieron ese nombre por la viveza de sus colores relacionados con el fuego. Además lo he acompañado todo de múltiples estampados de la época más 80’s vivida en el Miami más vanguardista de la historia.»
En el altar, transformado en cabina, está pinchando Lollino, el artista ganador de la edición 2016 de BURN Residency.
Lollino, abre el camino a uno de los secretos mejor guardados de la noche, la presencia inesperada, en medio de ese lugar abandonado, del dj y productor Paco Osuna, figura clave de la música electrónica internacional.
Tras hora y media de sesión en exclusiva para los 100 asistentes, llega el tiempo de Furkan Kurt, otro ganador de BURN Residency, en este caso de la de 2017.
Y mientras tanto, la experiencia también invita a salir y explorar, a descubrir entre el miedo y la excitación, los entresijos de este pueblo abandonado. Algunos no pueden dejar bailar, otros prefieren rematar parte de la obra de Antonyo Marest, charlar con el, y seguir sus indicaciones pintando con sprays parte de la tribuna. Pero lo que si hicieron todos, es vivir al máximo la aventura.
Y es que al final, BURN tenía razón; las mejores cosas pasan en lugares insospechados y de forman inesperada, solo hay que dejarse llevar.